jueves, 22 de noviembre de 2007

Deschavado en un bar

La otra noche estaba en un bar por Plaza Serrano, en Capital federal. Estaba ahí, tomando una cerveza y haciendo tiempo. En la primer mesa que estaba frente a mí, había una pareja de jóvenes muy alegres. Los escuchaba reír, regocijados. Los dos eran frescos, lindos. Él parecía más grande, pero ninguno pasaba los treinta. Se notaba que tenían un buen pasar y que estaban a la moda en todo sentido; los problemas que podían tener, me los imaginaba simples y de fácil solución. Simpáticos con la camarera, he de reconocer que sentía afinidad por ellos.


Estaban en eso, cuando uno de esos chicos que salen a mendigar y venden baratijas por monedas les arruinó la velada y más. El pibe, pasó inocentemente por la mesa de esta pareja para ofrecerle una estampita, se detuvo, saludó al joven con confianza y le dijo: “ehh, winner, que linda chica que tenés al lado!, nada que ver con la de ayer, era un sapo”
El rostro de la chica se transformó en una mueca de disgusto. El pibe se fue como si nada, y ella “shockeada”, totalmente descentrada, permaneció mirando fijamente a su acompañante, muda, durante un minuto, hasta que él le tocó el brazo y lo rechazó con violencia: “pero qué te pénsas vos, pendejo de mierda” “pero no, lauchi, no se que mierda dicen estos pendejos” “¿pero vos te pensas que yo soy boluda? ¿Asique anoche no salimos porque te dolía la cabeza y estabas cansado?”, nadie perdía bocado: Desde la barra, desde las mesas, y parados los camareros, todos miraban.
Hecha una furia se lanzó hacia la calle, paró un taxi y desapareció de nuestra vista.
Él atribuyó su pesar a los mocosos: toda la responsabilidad recaía en otros. Si el dueño del bar, los putos camareros, no hubieran dejado entrar a esos pillos, nada de lo que pasó, hubiera pasado. No importaba que él había posibilitado el inocente deschave engañando a su novia primero, exponiendosé en un lugar público después. No, lo que pasó ahí no debió haber pasado, esos niños no debían estar ahí. Un azar contrapuesto podría haber cruzado en su camino a algún amigo o pariente de su novia, pero en cualquiera de esos casos asumiría su responsabilidad y aceptaría las consecuencias. Pero lo que ahí pasó, no debió haber pasado, no, la sociedad estaba mal.
Todo esto lo supe cuando minutos más tarde se lo explicó agitado al encargado del local, exigiéndole que no dejara pasar más a esos chiquillos, que no siguiera contribuyendo al degrado de nuestra sociedad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.botnia.com.ar/quienes.html.
EScriban sobre esto...visten la pagina.

Gonza! dijo...

100% ARGENTO