lunes, 29 de octubre de 2007

A pesar de todo

Consideraba ayer, horas antes de las elecciones, si habría segunda vuelta o no. Contaba con mi intuición y la poca información que conseguí desde Capital. Había andado por acá y por allá preguntando por quién votaba cada cual, y además de enterarme de que prácticamente nadie votaría a Cristinita, supe del rechazo visceral que todos los consultados experimentaban por ella. A partir de allí y aunque sabía que los porteños eran un tema aparte, confiaba en el milagro de la segunda vuelta, y empezaba a saborear la pimienta de estas desabridas elecciones. Al final Cristina ganó en primera vuelta con el 44.6% de los votos. De todas formas el clima se puso un poco más entretenido, probablemente por las irregularidades que alargaron la votación, y también porque los resultados ya no eran encuestas sino votos.

La autocrítica vino enseguida, cuando volví a consultar el voto de la gente. Las mismas personas que habían destilado odio por Cristina, durante el último tramo del mandato de Kirchner y la campaña electoral, me dijeron que votaron por Cristina. Aún no conocía los resultados por boca de urna, pero ya lo sabía: Cristina era la próxima Presidenta de los argentinos. Si la gente que más la detestaba la había votado, era claro que no quedaban electores por conquistar, Cristina había ganado indiscutidamente.
Loco, descreído de todo, sólo me dediqué a ver como un noticiero amarillista subía los ánimos con un reloj enorme en la pantalla. 18.10, 18.45, 18.46, ¡Todavía no estaban los resultados de boca de urna! A las 19, como habían prometido, cantaron la suerte (la mala suerte). Ahora sólo queda comentar como fue que esas personas votaron así. A último momento, y quizás siguiendo mi misma intuición, consideraron que Carrió llegaba a segunda vuelta. Lo que agregaron a mis conclusiones es que Lilita no podría terminar ningún mandato porque nadie la apoyaba. Como estas personas no querían que una democracia tan endeble como la nuestra se expusiera a tempestades, votaron por Cristina. Ya no importaba su arrogancia, sus mentiras, su corrupción. “Sabe gobernar”, me dijeron. Ya veremos pensé yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me da la sensación de que la frase que dice que tenemos el pais que nos merecemos se confirma en cada elección, es una verdadera constante. Lo peor de todo fue que el slogan de campaña de Cristina decía que el cambio recién comienza, y luego uno lee en el diario gente del entorno que decía que el cambio es proporcional a la cantidad de votos que sacara la candidata. Es decir a mayor cantidad de votos menor el cambio que se realizaría.
Como decía Marx, La historia se repite una vez como farsa y otra como tragedia.